En un grupo de aprendizaje de tango se escucha el siguiente diálogo:
- ¿ Se fueron a Mar del Plata? ¿Cuándo? ¿Cómo hicieron? ¿Cómo la pasaron?
- ¡Fantástico! Caminamos por la playa, por la rambla, fuimos a bailar, dormimos hasta que nos hartamos.
- La próxima vez me avisan y voy con ustedes. ¡Ah, no! ¡Cierto que tengo al gordo! (su bebé de 8 meses)
¡No puedo! ¡No puedo! ¿Cuánto tengo que esperar para hacer lo que quiero?
Este diálogo nos invita a pensar:
¿cuál es el tiempo de una mujer para desplegar proyectos personales?
Hagamos un recorrido evolutivo para desentrañar esta pregunta.
Si bien el hijo es de la pareja, el compromiso corporal del embarazo, el parto y el puerperio es de la mujer. Es ella quien porta al bebé, la que registra los importantes cambios corporales (agrandamiento de los senos, pérdida de la cintura, edemas en los tobillos, dolores lumbares, manifestaciones digestivas como náuseas, acidez y vómitos sin contrar entre otros, algunas tienen estos malestare hasta los 3 meses, pero ahy otrassss que duran todo el embarazo (pobrseitas), yo por lo menos duré 3 meses de malestares, pero no soportaba ir al supermercado, salía corriendo y dejaba el carrito en medio del pasillo, que momentos!!!, pero dejame no desviarme del tema...seguimos:
El parto es el compromiso corporal por excelencia; de la mujer depende la transición del estado fetal al nacimiento de un ser con vida propia. La lactancia también implica un vínculo de dependencia corporal y afectivo ineludible.
La energía puesta al servicio del cuidado del bebé es mucho mayor en la mujer que en el hombre. En esta tarea están comprometidas las funciones de autoconservación de la madre como el sueño y la alimentación. Escuchamos decir muy a menudo “tratá de dormir cuando el bebé duerma, aunque sean las cinco de la tarde y la casa esté totalmente desordenada”, hay niños que se comportan, pero hay otros que parecen un reloj de media hora.
En cuanto al aspecto cultural es de destacar que la legislación de la mayoría de los países prevé licencia por maternidad para la mujer y no para el varón, lo que confirma que es ella la que está habilitada desde la ley para cumplir con los cuidados del bebé. Tal vez este elemento ayude a determinar el protagonismo del varón en la sociedad patriarcal. Este protagonismo se funda en las producciones culturales del hombre: al no utilizar su tiempo y su energía en la crianza tiene la posibilidad de desplegar su creatividad y sus proyectos en un espectro mucho más amplio y variado.
Con respecto al aspecto psicológico la imposibilidad de la mujer para encontrar su tiempo y su espacio en la realización de proyectos personales, está vinculada con la internalización de los mandatos culturales. Estos le asignan un rol fijo, estático y permanente, por ejemplo el ser madre abnegada y esposa complaciente: si hay que llevar a uno de los chicos a un cumpleaños ella renuncia a la clase de gimnasia pero él no se pierde el partido de fútbol.
El incumplimiento de esos mandatos trae un profundo malestar en la mujer que se expresa en angustia, sentimiento de culpa (que le impide desplegar su potencial con otras personas y en otros espacios) y al sentimiento de desvalorización (que resulta de la comparación inconsciente entre lo que es y lo que debería ser como mamá).
Después de este breve desarrollo retomamos la pregunta del comienzo: ¿cuál es el tiempo de una mujer para desplegar proyectos personales?. Al finalizar el período de crianza se produce una sensación de vacío existencial, la pregunta es “¿para quién soy ahora importante?” y no se encuentra respuesta porque el tiempo, la energía y el espacio que ocupó esa tarea queda vacante y no existe referente para el tiempo, la energía y el espacio de otras producciones significativas que reemplacen esa pérdida. Ese referente no existe porque la mujer; ocupada en la maternidad, no tiene inscriptas aquellas experiencias de todo lo placentero y creativo mas allá de ser mamá.
El trabajo que se plantea es la elaboración de un doble duelo: por un lado el desprendimiento de los hijos que lleva a la conquista de una independencia cada vez mayor y por otro, el enfrentamiento con la ausencia de otros proyectos personales ajenos a la maternidad como el desarrollo intelectual, artístico, laboral o simplemente otras actividades placenteras: bailar, viajar, practicar deportes o mirarse el ombligo y no pensar en nada.
De acuerdo a como cada mujer haya vivido su historia infantil, el vínculo con sus objetos significativos y sus experiencias y aprendizajes presentes, podrá superar estos duelos y encontrar el proyecto que la haga feliz.
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